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Enterrados en vida: las únicas dos personas en el mundo que aún viven dentro de un “pulmón de acero”

los “pulmones de acero”, unos dispositivos hechos para extender la vida de los pacientes y estas son las últimas dos personas que viven en ellos.

pulmon de acero
Pulmón de Acero

A pesar de que el polio está mayormente erradicado en el mundo occidental, durante la década de los 50 tuvo varios brotes bastante fatales, los cuales acabaron con la vida de muchos niños, mientras que otros encontraron refugio en los “pulmones de acero”, unos dispositivos hechos para extender la vida de los pacientes y estas son las últimas dos personas que viven en ellos.

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El polio, cuyo nombre oficial es poliomielitis es una enfermedad discapacitante y potencialmente mortal causada por un virus del mismo nombre, puede infectar la médula espinal, lo cual causa parálisis y un deterioro progresivo de las funciones motoras, lo que puede llevar a la muerte. El “pulmón de acero” es un ambiente controlado donde los pacientes pueden respirar.

Paul Alexander, más conocido como “polio Paul”

El hombre nativo de Dallas, Texas contrajo polio a la joven edad de 6 años en 1952, lo cual lo llevó a perder la movilidad en casi todo su cuerpo, menos la cabeza, el cuello y la boca y casi muere antes de que los médicos lo colocaran en un pulmón de acero.

“Perdí todo: la capacidad de moverme, mis piernas no me sostenían y luego no podía respirar” contó Paul sobre su experiencia al borde de la muerte. Ahora, 70 años después, ha demostrado que no conoce límites, pues al no poder moverse desarrolló una gran capacidad de memorizar cosas y no solo tiene un título universitario, sino un doctorado en derecho.

Martha Lillard

La otra persona sigue viviendo dentro de un pulmón de acero en pleno siglo 21 es Martha Lillard, quien se contagió de polio cuando tenía 5 años de edad y luego de que la enfermedad destruyera por completo su sistema respiratorio, fue puesta en el aparato para mantenerla viva.

Pero, Martha ha estado cerca de la muerte en varias ocasiones, ya que, en la década de los años 90, su máquina estaba a punto de averiarse por completo, y los hospitales y museos no estaban dispuestos a deshacerse de sus dispositivos antiguos.

Finalmente, consiguió a un hombre en Utah que aceptó donarle un dispositivo antiguo. Actualmente vive en su casa, donde se dedica a pintar, ver películas antiguas y cuidar a sus perros y ha dejado claro varias veces que no tiene miedo a morir, pero tampoco a la vida.

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