SAN JUAN COMALAPA, Guatemala (AP) — A pocos días de una elección presidencial, muchos guatemaltecos permanecen indecisos, indiferentes a los candidatos e incluso están pensando en emitir un voto de protesta para expresar su descontento.
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Los temores por la extorsión y el crimen violento que afectan a todas las clases sociales y las poblaciones tanto rurales como urbanas tal vez explican por qué los candidatos favoritos en las encuestas son los que prometen mano dura, incluso la restauración de la pena de muerte o someter a las pandillas criminales por medio de la violencia.
Las maniobras de las autoridades electorales para excluir de la contienda a ciertos candidatos populares y cancelar a otros provocaron titulares en la prensa de la capital e inquietud en el exterior. Pero al común de los guatemaltecos las polémicas en torno de las elecciones les interesan mucho menos que el costo de alimentar a la familia y proteger a los seres queridos.
De cara a la elección del domingo, la AP entrevistó a guatemaltecos en la población rural de San Juan Comalapa, unos 80 kilómetros (50 millas) al noroeste de la capital, y en Chimaltenango, una ciudad caótica de 100.000 habitantes 50 kilómetros (30 millas) al oeste de Ciudad de Guatemala. A continuación, algunas de sus observaciones.
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María Rosita Yoc Suruy es un ama de casa en una aldea llamada Cruz de Piedra, en las montañas al noroeste de Ciudad de Guatemala. Recientemente, ella y su madre habían tomado varios buses para llegar al mercado en San Juan Comalapa, una población de 30.000 habitantes.
Vestidas con los tradicionales huipiles —blusas con bordados de vivos colores— descansaban frente a la iglesia principal de la ciudad con sus compras.
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Yoc Suruy, animada y conversadora, dijo que pensaba votar el domingo. Aunque no estaba totalmente decidida, solo pensaba en Zury Ríos Sosa, candidata del partido de extrema derecha Valor e hija del difunto dictador José Efraín Ríos Montt.
Para Yoc Suruy, lo prioritario es la seguridad de su familia.
“Necesitamos un nuevo presidente ya con mano dura, porque hay mucha secuestración, delincuencia, matanza y roban mucho a las personas”, dijo Yoc Suruy. Recordó que su hijo mayor, que trabaja en una farmacia, regresó a casa alterado porque una pandilla le había exigido 100 dólares semanales como extorsión. Dijo que a su hija le habían robado en un mercado.
Yoc Suruy quiere que el próximo presidente instaure la pena de muerte, tal como ha prometido Ríos Sosa. La corte suprema abolió la pena capital para delitos civiles en 2017.
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Ingrid Jhanet Simón Perén, maestra de primer grado, confesa que su veintena de alumnos en la escuela y un nuevo bebé en la casa no le dejan tiempo para conocer bien a los 22 aspirantes a la presidencia de Guatemala.
A la vecina de San Juan Comalapa, de 39 años, le preocupa sobre todo el aumento constante de los precios de alimentos, la profunda desigualdad social y la falta de empleos que enturbian las perspectivas de sus alumnos rurales.
“El país está supuestamente en desarrollo, pero la verdad no es así”, dijo Simón Perén. “Hay mucha delincuencia, es de mucha pobreza y una gran mayoría, o sea, la sociedad está dividida en diferentes niveles y siempre va a ser así si la mayoría de personas que somos de escasos recursos no nos preparamos para conocer más a fondo de nuestra sociedad, nuestra economía y sobre todo estudiar y conocer sobre la historia del país.”
No siempre quiso ser maestra. Era la menor de su familia y quería ser secretaria, pero sus hermanos mayores le dijeron que podía ser un trabajo efímero y le aconsejaron que se dedicara a la docencia o la contabilidad.
Simón Perén mencionó a dos candidatos: Ríos Sosa y Sandra Torres, que fueron candidatas anteriormente. Dijo que una amiga trató de convencerla de que votara por Torres, una ex primera dama con una plataforma conservadora y un pastor evangélico por compañero de fórmula. Sostuvo que le interesaba que Guatemala tuviera su primera mujer presidenta, pero que debía investigar más antes de decidirse.
Finalmente, se decidiría por alguien “que busque por el bienestar y no el bienestar de ellos mismos”.
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Aníbal Simón teme por el futuro de su país. El trabajador de un call center, de 29 años, menciona la falta de inversiones en educación, los cursos que no se mantienen a la par de los veloces cambios en el mundo y una juventud que estudia, pero cede al conformismo que promueven las escuelas.
La gente “no investiga por qué tenemos los problemas que tenemos”, dijo Simón. “Como que todos son indiferentes de la situación. Entonces creo que nosotros tenemos la culpa porque estamos en un país pobre. Porque no podemos salir adelante.”
Simón no siente gran interés por la política. Agradece tener el puesto del call center que le permite trabajar de manera remota desde San Juan Comalapa en lugar de hacer el viaje agotador a la capital. Dijo que le han robado y que el nivel de delincuencia lo tiene consternado.
Todavía no se decide por uno de dos candidatos.
Bernardo Arévalo, candidato del movimiento centrista Semilla, es hijo del expresidente Juan José Arévalo Bermejo, el primer mandatario democráticamente electo de Guatemala, quien gobernó de 1945 a 1951 y se inspiró en el New Deal, el plan progresista del presidente estadounidense Franklin Roosevelt. El otro candidato es Giovanni Reyes, profesor universitario y becario Fullbright, candidato del partido conservador BIEN.
Simón cree que las propuestas de ambos son las más congruentes con la realidad del país.
Pero, al fin y al cabo, dice, “un presidente no es un Superman, no es el único que hace los cambios. Los cambios empiezan con nosotros. Los cambios empiezan en casa”.
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En la plaza central de Chimaltenango, una ajetreada capital provincial al oeste de Ciudad de Guatemala, Herbert Gudiel Pemech Estrada aguardaba con la cámara fotográfica sobre el pecho. A su lado tenía un caballito de madera y una colección de sombreros vistosos para que se colocaran los niños al sentarse a horcajadas del caballo.
El hombre de 30 años era fotógrafo de plaza, como su padre, que lo traía consigo desde que cumplió los 10 años.
A pocos días de la elección, Pemech Estrada se inclinaba por el voto en blanco, un voto de protesta.
Ninguno de los favoritos de las encuestas le atraía. Piensa que el partido oficialista está amañando la elección y que ninguno de ellos significaría un cambio verdadero.
Teme por el futuro de sus tres hijos y si conseguirán trabajo y no meterse en problemas.
Dijo que aún no se decide.
“Si uno vota también está dando su granito de arena para que esto siga igual”, dijo.