Las deportaciones masivas no mantienen fuera a los ‘genes malos’

Algunos partidarios de las deportaciones masivas afirman que protegerán a Estados Unidos de los inmigrantes que traen “genes malos”.

A decir de la doctora Shoumita Dasgupta, profesora de genética de la Universidad de Boston, algunos políticos invocan la genética para tratar de justificar estereotipos falsos de que los inmigrantes son más violentos que los ciudadanos nativos como resultado de diferencias biológicas.

Y lo hacen a pesar de que los inmigrantes que viven en Estados Unidos, con o sin autorización legal, tienen tasas de delincuencia y delitos violentos significativamente más bajas que los ciudadanos estadounidenses, expone en un artículo publicado en The Conversation, un proyecto periodístico global sin fines de lucro.

No hay pruebas genéticas sólidas que respalden una predisposición biológica a cometer actos violentos. Tratar de usar la ciencia para explicar las diferencias humanas con el fin de reforzar las jerarquías sociales no es algo nuevo. Toma los manuales del esencialismo genético y el racismo científico y los aplica a las políticas públicas”, señala la científica.

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LA FALACIA

El esencialismo genético es el concepto de que los genes por sí solos son la razón por la que alguien desarrolla un rasgo específico o se comporta de cierta manera.

Por ejemplo, un esencialista genético diría que la capacidad atlética, la inteligencia, la personalidad y una variedad de otros rasgos de una persona están codificados completamente en su ADN. Ignoran la influencia del entrenamiento deportivo, de los recursos materiales y de los comportamientos aprendidos en torno a estos rasgos.

En ese sentido, la doctora Shoumita Dasgupta considera que cuando se utiliza para explicar las diferencias entre poblaciones, el esencialismo genético descarta el papel que los sesgos estructurales desempeñan en las diferencias individuales. Es decir, desigualdades arraigadas en el funcionamiento de los sistemas, por lo que sesgos estructurales crean un campo de juego que favorece a un grupo sobre otro desde el principio.

“Por ejemplo, los estudios que buscan identificar un gen para el comportamiento violento pueden utilizar mediciones sesgadas. Si se utilizaran las tasas de arresto o encarcelamiento como evidencia de violencia, los hallazgos del estudio se verían afectados por prácticas discriminatorias en los sistemas policiales y de justicia que penalizan con mayor dureza a las personas de color”, señala.

Además, agrega que los estudios que intentan desentrañar los efectos relativos de los factores genéticos y estructurales en rasgos específicos también enfrentan sesgos similares.

“Por ejemplo, los resultados de salud mental se ven influenciados por el estrés relacionado con la identidad que experimentan las minorías raciales o sexuales y de género. Por otra parte, los resultados socioeconómicos se ven afectados por diferentes tipos de segregación en la riqueza generacional. Y no hay evidencia de que existan diferencias genéticas relacionadas con la inteligencia o el rendimiento cognitivo entre grupos raciales”, advierte la experta.

Desde su perspectiva, el esencialismo genético y el racismo siguen impulsando la retórica actual que utiliza los “genes malos” para justificar las deportaciones masivas de personas consideradas perjudiciales para la sociedad estadounidense.

“Los políticos y los magnates de la tecnología están empleando una combinación de racismo, malentendidos deliberados de la ciencia genética y poder político para promover sus propias agendas sociales”, puntualiza.

Para tener una mejor idea sobre el impacto que tendrían las deportaciones masivas en la economía estadounidense, platicamos con la directora de investigación del Consejo Americano de Inmigración.

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1. ¿Cuál sería el impacto de las deportaciones masivas en la economía estadounidense?

–Sería un golpe muy duro. Algunas investigaciones señalan que los inmigrantes indocumentados aumentan el tamaño de la economía, pagan más en impuestos de lo que reciben en servicios públicos, hacen el trabajo que otros no están dispuestos a hacer y elevan el consumo interno.

Según el Pew Research Center los inmigrantes indocumentados representan cerca del 5% de la fuerza laboral en Estados Unidos, y la mayor parte se emplea en labores agrícolas, en la construcción, en el servicio doméstico y en la industria de la hospitalidad, sobre todo en restaurantes y en hoteles.

Los empleadores tendrían problemas para encontrar suficientes trabajadores.

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2. ¿También se verían afectados los bolsillos de los estadounidenses?

Las deportaciones masivas harían que los alimentos y la vivienda sean aún menos asequibles en muchas partes de Estados Unidos, y causarían un aumento de la inflación.

El campo sería el sector más afectado, ya que las estimaciones señalan que entre un 40% y un 50% de los trabajadores agrícolas son inmigrantes indocumentados.

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De llevarse a cabo, probablemente aumentarán los costos de producción, además de que habría retrasos en proyectos de construcción e interrupciones en algunos servicios.

LAS CLAVES

Aunque Donald Trump dice ser el mayor defensor de las deportaciones, y ha prometido supervisar “la mayor operación de deportación de migrantes en la historia de Estados Unidos”, como presidente expulsó a menos personas que sus predecesores, de acuerdo con información publicada por El País.

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• Entre 2017 y 2021, la administración de Donald Trump llevó a cabo 1,5 millones de deportaciones.

• La presidencia de Barack Obama, de 2009 a 2017, realizó 5 millones de deportaciones.

• Durante el mandato de George W. Bush hubo 10 millones, a lo largo de dos períodos presidenciales entre 2001 y 2009.

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• La administración de Bill Clinton alcanzó los 12 millones de deportaciones durante dos mandatos presidenciales, de 1993 a 2001.

Fuente: El País

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